lunes, 15 de noviembre de 2010

A TRAVÉS DE ELLOS

He encontrado diferentes versiones del trato que se le da a menores (algunos por suerte ya cerrados )en algunos centros, y me gustaría compartirlo con vosotros, como ellos lo han vivido en su persona, y no solo niños, también profesionales, os recomiendo que le echeis un vistazo.

  • "Lo peor es la impotencia que sientes cuando están haciendo una contención y no te puedes meter. Aunque el peor castigo era estar un mes sin salir, o 24 horas en un cuarto, encerrado, sin ir al patio. Eso si hacías algo leve, y hasta una semana si cometías una falta gorda, como amotinarte. A mí me dislocaron un hombro en una contención, y me lo hizo un educador, que en teoría no puede. No me llevaron ni al médico, y me lo tuve que colocar yo mismo. Más cosas... Si te negabas a algo, limpiabas el patio o hacías otro trabajo para el centro, tareas para las que ya había personas asignadas". Ángel, menor.

  • "En pleno invierno, a menos cuatro grados, en la sierra de Galapagar, nos sacaban desnudos al patio y nos enchufaban agua fría con la manguera. Y porque ellos querían. En ese centro ha habido hasta abusos sexuales a chicas por parte de los trabajadores, o palizas a niños de 7 u 8 años". Juan Carlos, menor.

  • "Mi estancia fue como estar en una cárcel, no había actividades, los educadores nos contenían cada dos por tres, haciéndonos daño... Pero lo peor que he visto fue una niña de 15 años que se intentó tirar por un balcón porque estaba desesperada y pensaba en suicidarse. O una paliza de un educador a un niño de 11 años por robar en un colegio". Jose Antonio, menor.
    • "No llegué al año de estar allí. La gota que colmó el vaso fue un fin de semana que yo no había trabajado. Cuando volví, me enteré de que le habían dado una paliza a dos niñas de 16 años, con un palo. Me las encontré llenas de moratones. Nos lo contaron porque dos días después venía la Comunidad, y preparaban una excursión para que las chicas desapareciesen ese día. Era un sábado por la mañana, una de ellas se despertó muy temprano, se levantó, hizo ruido, despertó a este hombre, al agresor, y él empezó a pegarle. La compañera le defendió, y entonces él descargó también su ira contra ella. En este centro siempre había insultos, humillaciones, medicación... Mucho maltrato, de todo tipo". Noelia, Educadora social.
       
    • "En La Jarosa me encontré un centro que olía mal, con pesonas que no sabían como tratar a adolescentes con problemas, con un nivel de violencia muy alto, con prácticas impensables. Por ejemplo, una persona -que no era médico ni enfermera-, al ver a un niño nervioso le introducía sedantes en la leche. También se producían castigos en celdas de aislamiento, donde un niño podía estar hasta tres días. Pero, sobre todo, lo más grave era la situación de indefensión en la que se encontraban unos chavales que en teoría estaban siendo protegidos. Lo puse en conocimiento del Defensor del Pueblo, y una semana después se cerró. Santiago, Psicólogo.
       
      No hace falta decir, que éstos maltratos no son lo habitual, que hay centros de menores donde si se da una educación a menores que están en riesgo  de exclusión social, laboral...
       

    2 comentarios:

    1. Desde luego pone los pelos de punta, pero no sólo los niños sufren malos tratos, también le sucede a los educadores.
      De todos modos, muchas veces ni siquiera es culpa de los educadores sino del personal de seguridad o de quien está por encima de los educadores. Pero no por este motivo los justifico.
      Aún así creo que los responsables directos de los menores institucionalizados (me refiero a fiscales, técnicos, y los que se dedican a hacer las inspecciones) deberían estar más pendientes, hablar con los menores más a menudo (y fuera del centro sin presencia del educador) y visitar los centros sin previo aviso.
      Un saludo.

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    2. Por mucho que queramos, un centro de acogida no va a sustituir a ninguna familia... y los niños para su desarrollo emocional necesitan una familia para compartir!
      Buen comienzo, te sigo..
      Saludos desde Cartagena,
      Vivian,

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